La magia de la Navidad

El significado de la Navidad en un cuento

¿Cómo podemos descubrir al mundo mágico, sino, a través de las historias maravillosas y los cuentos de fantasías? Así resumimos los encantos de esta temporada, descubriendo El Significado de la Navidad en un cuento para recordar toda la vida.

Mágica y maravillosa época
El significado de la Navidad en un cuento, para compartir

Vivir esta temporada es comprender que la fantasía que imaginamos se puede palpar cuando nos metemos en ella y transformamos todo lo malo que existe en  el mundo convirtiéndolo en bien. Aspiramos  un mundo en un solo sentimiento de hermandad, paz, unión y esperanza.

Cuando compartimos en familia, cuando cultivamos amistades y nos debemos a ellos y le demostramos nuestro amor y lealtad en un abrazo fraterno. La magia de la Navidad, se puede sentir, en la cara de un niño al recibir un regalo. La magia de la Navidad existe en los abrazos de un anciano que demanda amor. Se puede ver en la cara de un enfermo cuando encuentra alivio. La magia de la Navidad, brilla  en la mesa rebosada de los menesterosos. En cada rincón donde se enciende una luz para no morir jamás.

Los cuentos de Navidad para compartir en familia

Un Sueño de Navidad

“La noche tenía un Cielo brillante. Las estrellas habían salido en alegres grupos para iluminarlo y advertir y precisar ante los pobladores de la tierra que era la víspera de la Navidad, por lo que nadie podía tener tristezas, ni peleas, ni guerras. Se acercaba el Nacimiento de Jesús, la mejor noticia que el Mundo iba a recibir por los siglos de los siglos.

Era, en cierta forma, el mensaje de paz que la Madre Naturaleza lanzaba, en una estación invernal, a un mundo convulsionado por las guerras, por los espíritus belicosos, por los hombres que habían olvidado que muy jóvenes, desde su nacimiento, habían creado un núcleo denominado Familia, que con el paso de los años se estaba desintegrando, con lo cual los grandes valores morales y éticos, dolorosamente, se estaban perdiendo. También ese Cielo tan preciosamente iluminado quería despertar la conciencia de tantos jóvenes -hombres y mujeres- sumidos en la más tremenda oscuridad porque una vez, pese a las numerosas advertencias, ingresaron en el mundo de las drogas. Y a muchísimos les costaba salir luego de ellas. Y, generalmente, pasaban a convertirse en delincuentes porque su adicción les obligaba a hacer actos despreciables.

Desde arriba esa luminosidad quería indicar el camino para quienes son causantes de las grandes epidemias que, como el AIDS,  van extendiéndose por el mundo, y señalarles que, con mínimas precauciones, podían evitar su propagación y no seguir siendo causante de miles muertes.  Quería también el Cielo, rodeado de estrellas que se mantenían firmes y no eran fugaces, dar una luz de esperanza para millones de personas víctimas del racismo y la xenofobia, por el color de su piel, por su procedencia, por su condición económica débil, para que tuvieran un hálito de paz y pensaran que un día no muy lejano serían bien recibidos y desaparecerían todas las persecuciones, los malos y despectivos tratos, las mofas y podrían trabajar y establecerse en países que no eran los suyos para ayudar a crear riquezas y poder subsistir con decoro.

La víspera del Nacimiento del Niño Dios, un espacio tan resplandeciente, pretendía indicar que todas las religiones eran igualmente respetables y que en nombre de ninguna de ellas se podía incitar al crimen, al terrorismo, a la violencia porque, precisamente Dios, creó al mundo para que la gente se entendiese mediante la palabra.  Desde miles de kilómetros de distancia, el Cielo se veía un hermoso brindando su mejor panorama, como queriendo decir que iban a desaparecer las desigualdades sociales; que los hombres y mujeres de buena voluntad contarían con los recursos indispensables para su supervivencia y que la pobreza y la miseria pasarían a ser elementos de un lejano pasado. Así se conseguiría que la felicidad fuera la norma general, que ya nadie pasaría hambre, que todos contarían con una vivienda digna, con eficientes sistemas de salud, de educación y buenos servicios, sin prejuicios sociales ni discriminaciones.

Ese universo de estrellas no se había asomado al firmamento para darle un simple colorido. No. En cada uno de sus rayos iluminados traía un mensaje específico para que se acabaran las guerras; para que la familia volviera a ser ese gran núcleo compacto donde predominase el diálogo, como símbolo de unidad; para que desapareciesen las pandemias, causantes de tantas muertes; para que no hubiese nunca más las drogas malignas y se eliminaran para siempre las redes de narcotraficantes; para que el blanco, el negro, el amarillo y todas las razas convivieran en paz y ayudándose unas a otras; para que todas las religiones se uniesen en un sólo objetivo de ser auténticas guías espirituales y, en su nombre, no volviesen a aparecer vientos bélicos; para que en todo el mundo las divergencias, las diferencias entre los seres humanos encontraran la solución mediante el diálogo.

Todo esto lo soñé con una extrema felicidad, con el orgullo de pertenecer a una raza humana que había encontrado, sin vacilaciones, al fin, el camino amplio de la confraternización; desde arriba me confirmaba: «goza bien de esta noche, que a lo mejor nunca se repetirá. Pero cuando despiertes trata de convertirte en un adalid de las buenas y nobles causas. Debes formar causa común con tu familia, con tus amigos, para que todos, como una sola persona, procuren hacer el bien». Pero, tristemente todo era un sueño. Tuve que despertar y encontrarme con el mundo real, con esa triste realidad, que muchas veces, con gesto dolorido, remueve las entrañas ante tantos hechos dolorosos, crueles, injustos y amargos que se viven a diario. Durante la noche la lluvia y la nieve se habían entremezclado y el Cielo había estado permanentemente a oscuras. Mi mente había ideado un mundo digno. Un mundo construido para el ser humano. Un mundo, sin embargo, destruido por el propio ser humano, debido a su egoísmo, por no saber o querer alejar de su corazón las malas obras y la cizaña y por tener abierta su mente y su pensamiento para el mal cerrándole todas sus puertas al bien”

Un Sueño para vivir
Una linda y mágica Navidad y un cuento para compartir

Un sueño de Navidad, de un mundo donde reine la paz, el entendimiento, la solidaridad y por sobre todas las cosas, el bien y el amor entre todos. Un sueño donde no haya penurias, donde podamos compartir sin mezquindad, ni existan las calamidades causadas por las manos de los hombres. Donde en el abrazo de Feliz Navidad, vaya con todo el amor del mundo resumido en ese acto.